BREAKING BAD: las 4 cosas que nos enseñó esta serie.

A estas alturas, la generación que ha visto nacer el auge de las series y el surgimiento de las plataformas digitales, esa que creció con Friends y Los Simpson, esa que pensó que Lost era la caña y que la primera temporada de Héroes merecía un visionado, esa, sí, esa, puso a Breaking Bad (2008-2013) en lo más Top de las series al engancharse a la historia del pobrecito profesor de química Walter White que, cuando le detectan un cáncer inoperable de pulmón decide ponerse a fabricar metanfetamina, con la esperanza de dejarle un buen pellizco de dinero a su familia, que para dar más pena está constituida por una mujer embarazada y un hijo con parálisis cerebral. Una historia que ya conocimos con Weeds, pero con sus vueltas de tuerca.

Y resulta que hay gente que no ha visto Breaking Bad, serie de 5 temporadas, cada una con unos 12-13 capítulos de 45-50 minutos, cuyo éxito provocó el lanzamiento de la controvertida y genial spin off, Better Call Saúl (aún abierta) y de una película para cerrar cabos sueltos emitida en 2019 llamada El Camino; así que, sin intentar hacer spoilers jugosos, pero dando por hecho que todos asumimos que es una serie que va de drogas, mentiras, narcotraficantes, asesinatos, cárteles mexicanos y la DEA pululando por ahí (y la mujer siguiendo con el embarazo y provocando dolores de cabeza al cada vez más enajenado Walter con preguntas y discusiones y el adolescente siendo lo más tranquilo y juicioso de toda la serie), veamos qué 4 cosas nos dejó Breaking Bad como legado. Y no, no vamos a entrar en “las drogas son malas”, vamos a buscar más chicha.

El orgullo puede ser tu perdición

A ver, la idea es que haya serie. Si Walter hubiera aceptado el dinero que por caridad (sí, por caridad, y qué) le ofrecieron sus amigos ricachones, no habría tenido necesidad de ganar dinero y no habríamos tenido cocinero de meta ni embrollos; pero quitando eso, el orgullo no debería llevarte a cometer delitos y de tal calibre como los que se ven en la serie.

Por mi parte, es el mayor fallo que tiene la serie, no ofrecer una justificación plausible para que Walter tenga que cocinar drogas. Es cierto que tener el dinero para el tratamiento y tener dinero para dejarle a tu familia son cosas diferentes, pero sigue sin ser justificación para el radicalismo de todos los delitos que llega a cometer Walter.

Viva la sanidad pública

Así es, amigos. Una y otra vez la serie de teja clarísimo que la sanidad en EEUU es una mierda. Ni siquiera teniendo un seguro decente estás cubierto; la muerte o los accidentes puede rondar por cualquier esquina y ¡zas! Llevarte al otro barrio o mandarte con todos esos millones de personas que están arruinados de la noche a la mañana.

Y no, no me estoy refiriendo sólo a la premisa de la que parte la serie, en la que el protagonista se encuentra en la necesidad de pagar un carísimo tratamiento para tratar su cáncer; sino en otras muchas ocasiones en las que se deben pagar medicinas, tratamientos, accidentes de coche, etcétera, estando la serie abierta, con el bufete de abogados de Saúl Goodman (Bob Odenkirk) a mostrar también las consecuencias civiles y legales de esta sanidad.

Por ello, y sin querer entrar realmente en la política de EEUU, en la serie se puede ver que la inexistencia de un Estado intervencionista y la ausencia, por tanto, de servicios sociales, lleva a la discriminación, la pobreza, la drogadicción, los problemas familiares, los delitos menores y mayores y, en definitiva, a los actos desesperados.

No tropieces dos veces con la misma piedra

Tanto Jesse Pinkman (Aaron Paul) como Walter consiguen salir airosos en muchas ocasiones de que les roben, les peguen, les maten, les apaleen, les chantajeen o de simplemente acabar en la cárcel. A uno le gustaría que podrían haber aprendido. Pero no. Walter presiona a Jesse o le hace abandonarse a promesas de dinero fácil y futuros prometedores y Jesse cae en ellas una y otra vez.

Y no es sólo que Walter no aprenda, Jesse no aprenda y por extensión los amigos drogadictos de Jesse tampoco aprendan, es la sensación de que los mayores, esas figuras de autoridad que deben guiarnos por el buen camino y darnos unas directrices para ser personas de provecho en el futuro, no llegan a serlo nunca. La serie está plagada de adultos cometiendo fallos (por no decir directamente crímenes, porque todos somos humanos y erramos), siendo malos ejemplos para sus hijos, sobrinos y personas a su cargo.

No todo justifica tus actos

Es una variante de las mentiras son malas o aquello de que las mentiras engendran más mentiras. Una de las cosas más interesantes que tiene Breaking Bad es ver la evolución del personaje de Walter White, encarnado por Bryan Cranston, desde un apocado profesor con una anodina vida en Alburquerque, Nuevo México, a narcotraficante despiadado, asesino en serie y mentiroso compulsivo, en lo que podríamos llamar una crisis de la mediana edad exagerada.

La deconstrucción del personaje de Walt nos llevaría tanto tiempo que supondría un artículo entero, pero es importante que aprendamos de Breaking Bad que nuestra personalidad puede cambiar cuanto más nos acercamos a personas y actividades tóxicas para nosotros. Emponzoñar el espíritu de alguien bueno y honrado nos puede parecer algo impensable, pero el mundo del cine y las series nos ha demostrado el gusto actual por los personajes grises, más cercanos a la propia naturaleza del ser humano, cosa sobre la que ya reflexionamos largo y tendido, por lo que no es tan extraño encontrarnos que hombres y mujeres en series como esta pueden ir perdiendo los escrúpulos a medida que las actividades delictivas van surgiendo y se decide seguir la vía fácil: aquella en la que evitamos el miedo, el dolor y la vergüenza, pero comienzan las mentiras, los delitos y empieza a ponerse sobre la mesa la filosofía de Maquiavelo.

Pensemos en esto, ¿qué habría pasado si Walter, la primera vez que tiene un contratiempo con la fabricación de metanfetamina hubiera decidido que ya había tenido suficientes emociones? Bueno, la serie se llama Breaking Bad (Volverse Malo) así que ya sabíamos por dónde iban a ir los tiros.

About Susana "Damarela" Rossignoli

Susana Damarela es fundadora de Generación Friki. Gran apasionada de la lectura y el cine, puede leer un libro cada día de la semana sin despeinarse. Como novelista ha publicado La Ciudad que Olvidamos (2024) y está centrada en la publicación de nuevos títulos. También le encanta el deporte, el rock, las juergas y el kalimotxo. Sus juegos favoritos son el Tetris y el Starcraft II.

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