No es ninguna novedad para aquellos que me conocen que me pierdo por las películas de época y que me chifla la literatura del s. XIX con Flaubert, Tolstoi, las hermanas Bronte o Jane Austen a la cabeza. Era de esperar que una serie como Downton Abbey (2010-2015) me llamara poderosamente la atención. 6 temporadas con un total de 52 capítulos de drama histórico (o culebrón de alto standing) donde poder disfrutar de una serie británica que ofrece todo lo que los amantes del género (y del cine en general) pueden desear: buen guion, personajes bien trabajados, rigurosa a nivel histórico, estupenda fotografía y vestuario, correcta dirección y un ritmo excelente que la diferencia de otros dramas soporíferos o exagerados y que sigue la estela de brillantes producciones como Brideshead Revisited o Upstairs, Downstairs (Arriba y Abajo), ambas también inglesas.
Con esto, podría pensarse que ya he hecho el análisis de Downton Abbey. Está claro que es una serie que recomiendo a cualquier cinéfilo y que ahora revisiono con la excusa de que este mes estrenan (OMG, OMG!!) una película que continúa con las aventuras de los protagonistas. ¿Fan service? Posiblemente, pero será fan service del bueno.
Y pese a que las palabras costumbrismo, drama y culebrón de alta sociedad podrían ser lo único que resonara en vuestros oídos, hay más razones para justificar su visionado, o para que apreciemos su calidad. Y es todo lo que tiene que ver con la parte histórica.
Aquellos que ya necesitamos dos manos para contar las veces que hemos viajado a Inglaterra notamos el tufillo a patriotismo que tanto falta por aquí. Sin entrar en valoraciones personales, es notable cómo un conocimiento de la historia del país, de sus costumbres y de sus paisajes nos puede ayudar a apreciar Downton Abbey.
Esto es así porque, aunque mucha gente ve estas series considerándolas melifluas, cuando llega la hora de la verdad la serie sabe ponerse seria. A veces hay que ponerse dentro del contexto de la sociedad inglesa de principios del s. XX, con la importancia de las diferencias de clases y las rígidas normas, para dar a las acciones la importancia que merecen, pero otras simplemente hay que reconocer que el guion toca temas que tanto en esa época como a día de hoy consideramos realmente importantes. Sin ir más lejos, en el capítulo 1 de la segunda temporada lo dicen directamente: la guerra nos enseña a diferenciar las cosas que importan de las que no.
La guerra lo cambió todo
El actor y guionista Julian Fellowes (autor también de la oscarizada Gosford Park) supo enmarcar Downton Abbey en un marco histórico rico en acontecimientos relevantes para la Historia. La serie comienza con el hundimiento del Titanic en 1912 y continúa con muchos otros eventos dramáticos para culminar en la I Guerra Mundial y nos embarca con crueldad (pero con elegancia, que siguen siendo ingleses) en capítulos que nos muestran que la vida ya no puede ni debe ser igual que antes de la guerra.
Para los amantes de la historia bélica pues Downton Abbey les mostrará un mundo que puede que les sea algo ajeno ya que no se centra sólo en el campo de batalla, sino en cómo la sociedad acomodada, aquellos no aptos para la lucha armada y la servidumbre, viven esos tiempos. Un enriquecedor punto de vista que nos hará reflexionar sobre temas tan importantes como el papel de la mujer en ese contexto, los objetores de conciencia, y los horrores de la guerra, y nos dará a conocer el origen de los hospicios y las casas de convalecencia, entre otras cosas.
Una serie que va de adaptarse del cambio.
Para aquellos amantes de la Historia en general, verán aparecer hechos históricos tan relevantes como la Gripe Española, el voto de la mujer, el Escándalo Marconi, los conflictos con Irlanda, el escándalo Teapot Dome, el auge de los fascismos, la segregación racial, el tratamiento de la homosexualidad y algunos temas más agradables como son los cambios en la moda, la aparición de estilos musicales y el desarrollo de tecnologías y electrodomésticos para el hogar, y cómo esos sucesos y cambios afectan a los protagonistas.
Es notable lo bien hilados que están todos estos temas dentro de la trama de la serie, teniendo en cuenta que Downton Abbey daba a entender que sería una serie que giraría en torno a la idea que planteaban al comienzo de la serie: al morir el heredero del condado Downton, ubicado en Yorkshire, en el hundimiento del Titanic, el título y la fortuna del conde Robert Crawley (Hugh Bonneville) y la condesa Cora Crawley (Elizabeth McGovern) pasa a Matthew Crawley (Dan Stevens), un primo lejano, abogado de clase media, dado que las hijas del conde, Mary (Michelle Dockery), Edith (Laura Carmichael) y Sybill (Jessica Brown-Findlay) no pueden heredar.
Matthew se muda al condado con su madre, Isobel Grey, baronesa de Merton (Penelope Wilton) para asumir receloso su nueva posición, vigilado y reprobado por la condesa viuda de Grantham, Violet Crawley, interpretada por una maravillosa Maggie Smith.
Posiblemente, otro de los grandes aciertos de la serie es este estupendo reparto que consigue reflejar el carácter de cada estamento social, cada forma de pensar acorde con la época y circunstancias en la que viven y mostrarnos la riqueza visual y expresiva que actores como Maggie Smith, Jim Carter (el mayordomo Charles Carson) o Sophie McShera (la aprendiz de cocina, Daisy Mason) pueden reflejarnos por los papeles que interpretan.
La mayoría de los actores son de segunda fila, aunque sí, ahí está Lily James, Rose Leslie o Iain Glen para mostrarnos caras muy conocidas, pero no hay ninguna duda de que disfrutaréis con las vidas de la familia Crowley así como de la servidumbre que, a veces bajo un marco humorístico, y a veces bajo el drama más exquisito, terminan de mostrarnos la vida en Downton Abbey, un castillo en el campo en tiempos del rey Jorge V.
Finalmente, Downton Abbey, con toda esa risa que a veces nos provoca todo el protocolo en el que viven sumergidos los personajes y con esa sensación de que visionamos simplemente un culebrón con mucho presupuesto con altas dosis de melodrama, se hace querer temporada tras temporada, con sus magistrales clases de historia universal, sus carismáticos personajes, su deliciosa banda sonora y sus controvertidos romances. Y por supuesto, las frases de Maggie Smith como Lady Violet Crawley, sólo su aparición en pantalla justifica el visionado de toda la serie.