Cuando aún no existían la gente de piel fina, ni lo políticamente correcto en España, niños, jóvenes y ancianos venerables disfrutábamos de un programa llamado El Castillo de Takeshi o, como se tradujo en nuestro país, Humor Amarillo.
Si a día de hoy nos sigue costando diferenciar las distintas etnias asiáticas, no os quiero contar a finales del siglo pasado, cuando todo era dado por chino y nadie se cuestionaba nada. Lo cierto es que El Castillo de Takeshi era un programa japonés que se emitió entre 1986 y 1990, que constaba de 100 capítulos y cuyo objetivo era que los concursantes pasaran una serie de pruebas, pudiendo el ganador (si lo había) obtener un millón de yenes. La historia de cómo llegó a España es muy interesante, pero daría para un artículo muy muy extenso y para eso os recomiendo este vídeo del youtuber Rimembah que lo explica de forma maravillosa.
Yo estoy aquí para analizar El Castillo de Takeshi (2023), la versión actualizada de Humor Amarillo (que ya no se puede llamar así, por lo visto) y que pretende mantener el formato del programa original y, en la medida que el humor lo permita, la esencia. Porque, ¿de qué sirve traer nuestros preciados recuerdos al presente si no mantenemos la esencia?
Habrá quien diga que esa esencia de la que hablo son chistes casposos, juegos de palabras sin gracia y secuencias de imágenes de gente partiéndose la crisma. Podría decirles que esas tres cosas siguen estando presentes en el humor de hoy; particularmente la tercera, que tendría yo que preguntar aquí que el que no se haya reído con un trompazo de campeonato que tire la primera piedra.
Pero no puedo negar la realidad. Japón ha emitido nuevos capítulos de El Castillo de Takeshi con algunas variaciones y aquí en España nos ha faltado tiempo para doblar el audio como nos ha dado la gana (exactamente igual que hicimos en 1990 y en 2006) con el fin de provocar las risas en el espectador y luego empaquetarlo en 8 capítulos de emisión en Amazon Prime. Porque, queridos lectores (y esto va para los nuevos, no para los veteranos), este programa siempre ha existido para hacernos pasar buenos momentos, hacernos reír a carcajadas y saber encontrar el lado cómico de cada situación.
Nadie dijo que traer una versión renovada de El Castillo de Takeshi fuera a ser tarea fácil.
Para el doblaje, probablemente como reclamo publicitario, han contratado a Eva Soriano, Jorge Ponce y Dani Rovira. Un reparto que me hace encoger los hombros. España tiene buenísimos actores de doblaje y cuesta pensar, así a bote pronto, si estos tres son los adecuados para una misión de tal calibre; pero como a lo hecho pecho, sólo puedo deciros que el resultado, si no el mejor, es bastante aceptable. La dirección de Miguel Campos y la producción de Jorge Ponce y Javier Valera (Encofrados Encofrasa) han traído un guion que, a base de comentarios y bromas, consiguen equilibrar los gags antiguos con el humor actual con resultados tan sorprendentes como acertados.
Quizás, el mayor reproche que tengo que hacer a estos presentadores es que al ser tres y hablar “los tres a la vez” cuesta seguir el hilo de todo lo que dicen, que es mucho. Ser fieles al formato televisivo y a la rapidez del momento nos costará perdernos más de un chiste. Tampoco me ha gustado que hacia la mitad del show los chistes políticos hayan ocupado buena parte de su locución, restándole gracia al momento.
¿Y si no es suficiente para equilibrar la balanza entre lo antiguo y lo nuevo? Fernando Costilla y Paco Bravo (de la reedición de 2006, no de los originales Juan Herrera y Miguel Ángel Coll) vuelven a los micrófonos para ser el reparto secundario que traiga de vuelta la nostalgia de las voces que ya conocíamos. Y la presencia de Takeshi Kitano es para quitarse el sombrero.
Ya no dicen “piltrafillas”, pero sí “¡Al Turrón!”
¿Y cómo han sido las pruebas? Ah, las pruebas. Aquí les cambiamos el nombre por lindezas como Las Zamburguesas, El Laberinto del Chinotauro, Con sumo gusto o Los Cañones de Nakasone. Ahora algunos de esos nombres ya no son políticamente correctos y han cambiado, pero muchas de las pruebas más queridas por los espectadores de los años 90 siguen estando en esta nueva edición. Prueba de la reinvención del programa es la inclusión de algunas nuevas, que puedo afirmar que casan muy bien con el espíritu del programa, tanto por su estilo como por su dificultad.
¿Qué no me ha gustado, aunque lo he intentado y con ahínco? Las canciones. Han traído a un dúo musical llamado Venga Monjas que en cada capítulo interpretaba una canción sobre algún tema que sobresaliera en ese momento. Su intención es ser graciosos y absurdos. Lo último bien que lo consiguen, pero lo primero es bastante discutible. Cualquier canción hecha por un aficionado y colgada en YouTube tendría más interés que las elaboradas por ellos, que ni siquiera riman. Es tal su inconexión con el programa que me pregunto cuáles habrán sido sus méritos para obtener el honor de estar en un programa como El Castillo de Takeshi. Espero que aquello que hagan fuera de su faceta musical sea lo que les dé de comer.
¿Ver el reboot de El Castillo de Takeshi me tocará en la patata para bien o para mal?
Para los fans acérrimos, es un placer anunciaros que se ha conseguido captar muy bien la esencia de El Castillo de Takeshi original. Nunca he sido muy amante de los vídeos donde la gente lo pasaba mal o se metía leñazos. No vi El Gran Prix, ni Vídeos de Primera, ni busco a día de hoy shorts en Instagram o YouTube para reírme de las desgracias ajenas. Pero algo tenía el Humor Amarillo de antes y el actual El Castillo de Takeshi que despierta en mí la parte más desenfadada y dispuesta a la hostia gratuita. (Por partida doble, hostia debe ser la palabra más repetida de todo el programa. Una pena, si tenemos en cuenta la gran riqueza de vocabulario con el que cuenta el idioma español en general, y para los insultos y las palabras malsonantes en particular).
¿Qué la traducción libre tenía mucho que ver? Por supuesto. Los gags, las voces tan nasales de los presentadores, la risa que me producía ver a Gacela Thompson, Dolores Conichigua, Pepe Livingston, El Dúo Pirata o El Chino Cudeiro y, posiblemente, la certeza de saber que nadie salía realmente herido de las pruebas. Mojado, humillado, con contusiones, embardunado en pintura o barro, pero poco más.
Una de las mejores cosas, sin embargo, tiene que ver con la inclusión de nuevos personajes que le dan mucho carisma a la serie y que se hacen querer mucho. El Recién Divorciado, Las Sailor Moon, El Chico Joven, El Equipo Menisco o Los Pijos son incorporaciones al lore de El Castillo de Takashi que aportan continuidad a los capítulos, así como empatía en el espectador.
Querida familia que compartió conmigo delante de la televisión los mejores ratos a base de Humor Amarillo, Pressing Catch, El Equipo A y Friends. Estimados amigos, lectores, gente que peináis canas, que a algunos os llaman abuelos, que empezáis a hacer muecas con las nuevas tecnologías, que estáis empezando a considerar aquello de aumentar familia… a todos esos, tranquilos, El Castillo de Takeshi edición 2023 ha sabido reinventarse, adaptarse y seguir provocando muchas risas. Risas quizás más políticamente correctas en las que “chino cudeiro” ha sido sustituido por “chico cudeiro”, pero risas de las buenas, al fin y al cabo.
El Castillo de Takeshi
Destaca en:
- Los comentarios mantienen la esencia del programa original.
- El estilo del programa es como lo recordábamos.
- Sabe equilibrar el contenido original con los tiempos actuales.
- La inclusión de Fernando Costilla y Paco Bravo.
- Risas garantizadas.
Podría mejorar:
- Las canciones son, en general, terribles.
- Se echan en falta muchas pruebas, repiten mucho.
- La prueba final es imposible.
- Han elegido la palabra hostia por bandera y no paran de repetirla.
- Los inadecuados chistes políticos.