Ya podemos decirlo: Netflix está llegando poco a poco a todos los salones; y es que hoy en día se me ocurren muy pocas maneras alternativas de consumir cine y serie que no sean un servicio de suscripción, ya sea éste, HBO, Movistar o cualquiera de las ofertas que nos ofrece el panorama actual. Ya ni siquiera ronda por mi cabeza comprar una película en Blu-Ray o DVD; tengo una estantería llena de ellas que me miran desde ahí con cara de pena. Porque, admitámoslo, el formato físico poco a poco está muriendo, primero fue la música, ahora es el cine y las series y algo me dice que los videojuegos serán los siguientes.
La cosa es que, de unos años para acá, tanto Netflix como sus competidoras se han convertido en algo más que simples distribuidoras de contenido, empezando a producir sus propias películas y series; al principio fue de manera modesta, pero hoy las series más populares, como Juego de Tronos o Stranger Things son producciones creadas por y para estas plataformas.
El siguiente paso, después de las películas y las series se encontraba en la animación, y en este caso ha sido Netflix la que se ha atrevido a dar el salto y desde hace algunos años produce sus propias series animadas, a veces en colaboración con estudios nipones con grandes resultados como Nanatsu no Taizai (Seven Deadly Sins) o Knights of Sidonia y otras confiando las producciones a estudios internos. De estos últimos nace El príncipe Dragón, una producción de Netflix que corre a cargo de nada menos que Aaron Ehasz, el principal responsable de Avatar: The Last Airbender (la serie de animación, no confundir con esa cosa de animación que se hizo para la gran pantalla), y contando también en el equipo con Justin Richmond, uno de los responsables creadores del famoso videojuego Uncharted.
Nacida para triunfar
Y es que si a sus reputados creadores le añadimos unos valores de producción muy superiores a la media y una historia y unos personajes que desbordan carisma, nos encontramos con que El Príncipe Dragón resulta una de las sorpresas más interesantes de la temporada.
La historia trata sobre dos jóvenes príncipes humanos que, sin saber cómo, se ven formando una alianza con una asesina elfa enviada para matarlos. La aventura de los tres protagonistas se irá enredando más y más y poco a poco se irán añadiendo muchos personajes secundarios que enriquecerán una trama que está repleta de giros y sorpresas.
Los tres personajes protagonistas responden a los clásicos arquetipos de este tipo de historias, sin embargo, es en sus personalidades, joviales y divertidas, donde encontramos una verdadera mina de carisma, funcionando los tres fantásticamente bien juntos y dando pie a algunas situaciones desternillantes; y es que la mayor parte de los personajes de El Príncipe Dragón son memorables por una cosa u otra: Mención especial para cierto personaje mudo que recibe un trato de lo más interesante.
Quizá se le va un poco la mano intentando agradar a todos con esa manía que tienen ahora las series de querer meter al menos un personaje de cada raza, genero, inclinación sexual y, aunque se agradece la intención, a veces queda un poco forzado; de todos modos, hemos visto cosas peores en este aspecto.
A nivel artístico la producción muestra un diseño fino y limpio, estando producida enteramente en 3D, pero tirando de técnicas estilo Cell-Shading que tratan de imitar la animación tradicional, como ya vimos en Knights of Sidonia o en algunas escenas de Inuyashiki.
De esta manera podemos ver un diseño de personajes que se acerca mucho al estilo más anime pero que mantiene sus propias señas de identidad que lo dotan de personalidad propia. Con todo, El Príncipe Dragón resulta una serie muy notable en lo artístico, con algunos personajes como Ezran que son increíblemente achuchables y también sobresaliente en lo técnico, pues si bien su animación no es de las más fluidas, sabe sacar pecho en los momentos de acción mostrándonos algunas escenas muy notables.
Quizá lo previsible de algunos de sus giros en la historia y su exceso de cuidado en su guion y sus escenas de acción para mantenerse “Family Friendly” y que pedían a gritos algo más de contundencia y madurez sean las grandes pegas que se le pueden achacar a esta primera temporada de una serie que, por todo lo demás, brilla con luz propia y es carne de maratón de domingo lluvioso.
En definitiva, El Príncipe Dragón demuestra durante los 9 episodios de 20 minutos que dura su primera temporada que es una de las series más interesantes del año y una inesperada sorpresa por parte de Netflix, una de esas series que, una vez ves el primer capítulo no puedes parar hasta acabar y después sólo te queda sentarte a esperar un año entero por una segunda temporada que promete ser tremendamente interesante. Ahí estaré.
Me encanta esta serie.