FALLOUT (T1): La guerra no cambia nunca.

Los fans de la famosa saga de videojuegos Fallout podemos estar de enhorabuena… y también respirar tranquilos: esta primera temporada de Fallout (2024) es muy buena.

Últimamente, cuando escucho que tal o cual plataforma va a adaptar algo que es para mí muy querido (no sé, El Señor de los Anillos, por ejemplo) me echo a temblar. Es cierto que, como he mencionado más de una vez, todo parece ya basado en algo, generalmente un libro o saga de libros (porque sí, si funciona, mejor tener material de sobra), así que la cosa va perdiendo mérito; pero como ya han tocado Tomb Raider, Uncharted y hace nada The Last of Us… pues ¿por qué no atreverse con la adaptación de una de las sagas de videojuegos más importantes de la historia de este ocio?

Y es que, aunque puedo afirmar desde ya que cualquiera que no sepa nada de nada sobre los videojuegos Fallout puede disfrutar sin ningún problema de la serie, ese fan que ha seguido los 6 juegos oficiales y los otros 6 spin offs y juegos no canónicos desde la friolera de 1997, se sentirá invadido por una sensación de cercanía, de paz y hasta de nostalgia al ver recreado el Yermo y todo el resto de componentes con una exactitud que apabulla.

Y no se trata sólo del Yermo. Esto podría convertirse en un análisis en el que alabásemos todos y cada uno de los aspectos en los que Fallout-serie se parece a Fallout-videojuego hasta el punto de que sólo nos vienen a la cabeza los adjetivos respetuoso, brillante, certero (¿Conseguirá sentar cátedra para futuras adaptaciones de videojuegos?). Pero por deferencia a los que no conocen nada, una breve sinopsis de la serie.

Nos encontramos en EEUU en una ucronía ambientada en los años 50. La carrera nuclear está en su máximo apogeo y se avecina guerra. De esa devastadora y apocalíptica. Vault-Tec es una empresa que ha creado búnkeres nucleares llamados Bóvedas donde unos pocos elegidos podrán refugiarse en caso de necesidad. 200 años después de que este hecho efectivamente suceda Lucy (Ella Purnell) deja el Refugio 33 para buscar a su padre (Kyle MacLachlan), secuestrado por unos forajidos. Por el camino conocerá al científico Siggi Wilzig (Michael Emerson), a Thaddeus (Aaron Moten) miembro de la Hermandad del Acero y a un cazarrecompensas necrófago llamado Cooper Howard (Walton Goggins).

Hay que matizar que, por muchos elementos que el videojuego y la serie compartan, esta última contiene una historia original alejada de las tramas de los diferentes juegos. Seguramente, el triunfo de esta primera temporada y su aceptación en general tienen que ver con la sensación de cercanía que mencionaba antes, con la percepción casi constante de que estamos viendo una extensión de los videojuegos. No lo digo tanto por la estética retrofuturista, ni las constantes referencias y guiños al juego, sino por la consistente inmersión creada por Graham Wagner y Geneva Robertson-Dwore, desarrollada por Jonathan Nolan y Lisa Joy de Kilter Films y dirigida por Todd Howard.

Fallout es sátira, es ironía, es sarcasmo, es ultraviolencia.

El resto de las claves son fáciles de entender. Una sólida historia que se va desvelando entre el presente y flash backs. Un equilibrio entre acción y diálogo, entre el deleite visual que es contemplar el universo creado y la necesidad de ver reflejada la brutalidad y la decadencia del mismo. Un reciclaje de la banda sonora de lindy hop, swing y rock&roll que le da ese toque fatalista, a veces ingenuo, como si mezclaran una época dorada con otra devastadora. Es como ver a la típica y adorable madre de los años 50 en EEUU cocinando un asado sobre un reactor nuclear. Y nosotros, espectadores, sólo podemos llevarnos las manos a la cabeza.

Esta inmersión se traduce en un western de ciencia ficción lleno de humor negro en el que constantemente hay momentos para reflexionar acerca de las conductas de los seres humanos. Lucy ha crecido en un ambiente seguro y libre de violencia y por ello era en extremo sencillo ponerla en situaciones con ambigüedad moral donde su regla de oro “Trata a los demás como quieres que te traten a ti” no sólo es complicada de seguir, sino que no siempre es válida.

Su premisa chocará radicalmente con la del Necrófago, un ser que al haber vivido más de 200 años puede tener una perspectiva más completa de las cosas. Él pasa de ser el niño bonito de Hollywood, patriota, actor, vaquero, con una línea muy clara que dividía el Bien del Mal, a ser un sanguinario cazarrecompensas que repite la frase de Loquillo John Wayne “Feo, fuerte y formal” como un mantra (y que ahora como ghoul le va como anillo al dedo).

El resto de los personajes, tanto principales como casi NPCs que se cruzan en nuestro camino, tienen su propia visión de la vida en tanto sus experiencias vitales les han marcado. Algo que puede parecer obvio se torna oscuro y dramático en una serie que, siguiendo la estela de los videojuegos, nos remarca que “La guerra no cambia nunca” y no hace falta ni ser un lumbreras ni ponerse metafísico para sacar las conclusiones más sencillas y válidas alrededor de esto.

¿Queremos hacer pasar Fallout por el filtro de las consignas antibelicistas? Podríamos hacerlo. Una y otra vez la serie nos muestra que el ser humano es imbécil, que siempre tropieza con la misma piedra y que somos incapaces de remar todos en una misma dirección. Siempre anteponemos nuestros deseos al bien común (¡no nos vayan a tachar de comunistas!) y disparamos antes de plantearnos dialogar.

Puede que Fallout sea propaganda antibelicista, ¿por qué no? Pero sin duda es de la buena. Tiemblo ahora viendo Fallout T1 igual que cuando jugaba los juegos cuando pienso en lo real que son estos escenarios (menos los ghoul, claro, y esto a veces me lo pienso), en lo premonitorio de todo lo que narra, en lo terriblemente certero que es en sus predicciones y en crear el próximo escenario cuando a alguno de los gobiernos de la Tierra le dé por poner los testículos encima de la mesa y sacar el armamento nuclear. ¿Será Rusia? ¿Será EEUU? ¿Será China? Corea del Norte, Israel, Venezuela… viene a dar igual el nombre que os venga a la cabeza. Viene a dar igual el medio en el que ahora nos quieran enfrentar al Yermo. La realidad está ahí: el ser humano no aprende, siempre querrá solucionar las cosas por medio de la fuerza… pero la guerra no cambia nada y no cambia nunca.