No sé exactamente qué tienen las series coreanas que mezclan humor con drama de una manera muy simpática. Saben no caer en el melodrama fácil, pero son arriesgados a la hora de ofrecer risa tonta y eso, para mí, a todas luces es una virtud. La terraza mística (Ssanggabpocha o Mystic Pop-up Bar, 2020) es un compendio de todos los elementos que usan estas series para triunfar y que da como resultado un cóctel muy sorprendente, una buena adaptación del popular webtoon coreano del mismo título que fue premiado en los 2017 Korean Comic Awards.
La premisa está llena de elementos fantásticos relacionados con el folklore y la religión budista; el joven Han Kang-bae (Yook Sung-jae) padece desde que nació una enfermedad extraña, cuando alguien le toca se sincera con él. Esto, lejos de resultar un don, le ha hecho crecer siendo muy solitario, hasta que conoce a la arisca Wol-joo (Hwang Jung-eum) que junto al divertido Chief Gwi (Choi Won-young) regentan un pojangmacha (establecimiento de bebidas al aire libre, lo que nosotros llamaríamos una carpa) donde ayudan a sus clientes a resolver sus problemas penetrando en sus sueños y descubriendo el origen del mismo, como parte de su castigo por sus malas acciones pasadas (cosas relacionadas con la reencarnación). Los tres deciden ayudarse mutuamente en lo que resultará una historia donde pasado y presente se funden y se obstaculizan constantemente.
En estas series lo ideal es no buscar la perfección en todos los ámbitos. No son exactamente novelas, doramas o culebrones, pero sí que parten de la idea de que el presupuesto para los efectos especiales (necesarios en La Terraza Mística puesto que incluyen elementos sobrenaturales y de fantasía) no debe ser el que predomine al presentar el producto. En realidad, son historias de personajes, por lo que es el compendio entre actuación y guion aquello sobre lo que daríamos la nota sobresaliente.
Todos estos K-Drama tienen elementos comunes que podemos encontrar en La Terraza Mística; pocos capítulos, sin secuela, con un ambiente casi tierno que pretende contarnos su historia y dejarnos una moraleja no demasiado invasiva, pero sí efectiva. De alguna manera, no serán historias que se mantengan en nuestro cerebro demasiado tiempo (porque, sin duda, la serie tiene un fin lúdico de principio a fin), mas tienen la habilidad de hacer que les cojamos cariño y nos volquemos en sus historias; en ese sentido, son series para ver en familia. Así pues, aunque es cierto que no he visto demasiados K-Drama, la mezcla de ternura, humor, enseñanzas, romanticismo y drama, constantes en la mayoría de ellos, nos lleva a un tipo de serie muy digerible que sólo necesita mostrarte sus cartas sin reservas para que te encariñes de ella.
En general, las producciones asiáticas tienen un estilo casi contemplativo, un tempo tranquilo, que las hace diferente de las producciones americanas a las que estamos acostumbrados. Este tempo en La Terraza Mística está más contenido, no es tan agresivo, haciendo que destaquen un par de elementos en los que el director Jeon Chang-geun quiere incidir. Por un lado, hace a cada historia más asimilable; esto es así porque cada capítulo es autoconclusivo, hay una trama central que lo guía todo, pero cada sueño de cada persona y, por tanto, cada problema, es diferente, por lo que tenemos mini dosis dramáticas aligeradas por esos estupendos platos que se preparan en el bar (demostrando una vez más la importancia que le dan a la comida en la cultura asiática) y por el humor que impregna toda la serie, a veces realzado con la ruptura de la cuarta pared; ambos provocando una digestión muy buena de lo que, en otras circunstancias, sería una infumable sucesión de valores asociados a cada persona a la que salvan, mostrados al final de cada capítulo. Por otro, esta forma diferente de entender la vida que tienen los asiáticos, imbuida de su religión, cultura y filosofía sobre la vida, hace que estos valores no sean sólo los típicos de amor, familia, etc, u otros más en liza ahora mismo como el acoso, sino algunos más atípicos como el autoconocimiento, la aceptación de uno mismo y de los demás, la integración y, por encima de todos, el perdón.
No es que el perdón no sea un tema que no esté trillado, a estas alturas es el cómo, no el qué lo que importa, sino que acabas entendiendo que el vehículo a través del cual unos humanos se acercan a otros en La Terraza Mística es porque alguien se atrevió a realizar lo que se llama la escucha activa (empatía, ¿os suena?) y a sacar a flote remordimientos, pecados antiguos y a generar finalmente esa paz que sólo nos envuelve cuando nos perdonamos a nosotros mismos y a los demás. Puede que haya detrás el eterno problema del miedo a la muerte y al qué habrá después de ella, pero la serie no pretende mostrar tanto qué pasará si somos malos como cuán de vacío estará nuestro corazón si no hacemos el bien.
Así pues, el 2020 nos ha dejado con La Terraza Mística una obra 12 episodios que, a través del humor constante, nos hace partícipes de historias agridulces con tramas muy cercanas a la realidad, valores de producción decentes, actuaciones acordes a lo necesario y, finalmente, una sensación de que, en su sencillez, esta serie te ha dado un poco de esa cura emocional que promulga en cada capítulo. Como suelen decir, deja buena vibra.
La terraza mística
Destaca en:
- Es todo lo que se espera de un K-drama.
- Que no os confunda su sencillez, es una serie muy completa.
- Ofrece efectos especiales y fantasía muy decente, sobre todo del Inframundo.
- Nos hacen entender la religión budista y la reencarnación de una manera muy orgánica.
- La manera en que la comida está incluida en la trama.
Podría mejorar:
- Si no te gusta el estilo un poco sobreactuado de estas producciones, no es tu serie.