Netflix nos pillo a todos por sorpresa cuando, en 2015 y de la mano de las siempre interesantes hermanas Wachowski, nos trajo aquel sorprendente y curioso experimento que era Sense8, todo un canto del cisne a la diversidad y la tolerancia que, por desgracia, parece que se quedará sin un final definitivo tras la decisión de Netflix de cancelarla tras su segunda temporada.
Por el momento los motivos de la cancelación no son muy claros, hay quien habla de un hipotético y desorbitado presupuesto de más de 9 millones de dólares por capítulo mientras que otros hacen referencia al (también hipotético) reducido número de usuarios de la popular plataforma interesados en la serie, lo que parecería contradecir la más que masiva respuesta de los fans a través de las redes sociales, aunque eso ya es otro tema.
Sea como sea, no nos queda otra que ceñirnos a la realidad y preguntarnos: ¿merece la pena ver sense8 aún sabiendo que es más que probable que su historia nunca llegue a concluir? Y más concretamente: ¿ha estado la segunda temporada a la altura de lo que esperábamos los fans?
Para los que no la conozcáis, la serie se basa en un concepto tan original como atractivo: 8 personas que no se conocen de nada y que viven en lugares diferentes a lo largo y ancho de todo el globo se ven repentinamente, y sin ninguna explicación lógica y aparente, conectadas entre sí. ¿Qué significa esto? Pues que cada miembro del clan (o “cluster”) puede ver y sentir lo que experimentan el resto de componentes del grupo, pudiendo no solo hablar entre sí de forma instantánea y sin necesidad de contratar los servicios de una compañía telefónica (¡chúpate esa capitalismo!) sino que también pueden compartir sus conocimientos y habilidades los unos con los otros cuando sea que los necesiten, pudiendo incluso tener relaciones sexuales entre sí sin estar físicamente juntos.
De esta forma, Nomi (Jamie Clayton), Wolfgang (Max Riemelt), Capheus (Toby Onwumere), Lito (Miguel Ángel Silvestre), Will (Brian J. Smith), Kala (Tena Desai), Sun (Bae Doona) y Riley (Tuppence Middleton) se ven mezclados en un follón mas que considerable en el que oscuras conspiraciones y secretos de carácter global alteraran sus ya de por sí complicadas vidas personales.
Dos tramas separadas pero necesarias
Sabiendo esto y sin entrar en más detalles para no estropear nada a los que todavía no hayáis visto la primera temporada, hay que decir que la trama y el ritmo de Sense8 se desarrollan una forma considerablemente… peculiar.
Y es que la trama de Sense8 se puede dividir en dos partes claramente diferenciadas desde el punto de vista argumental:
Por un lado tenemos la trama central de la serie, que supone el hilo conductor principal de su argumento y que nos cuenta la lucha entre los “sensates” (nuestros protagonistas) y una misteriosa organización que parece darles caza, mientras que por otro tenemos la trama individual de cada personaje, que se nos narra desde su punto de vista y en las que suele influir, de una forma u otra, la conexión empática que une al cluster.
Es esta división de su narrativa la que supone el mayor acierto y el mayor error de Sense8 y la que marca por completo las diferencias de ritmo entre la primera y la segunda temporada.
Así, la primera se caracterizó por una trama lenta y pausada que tardaba en mostrar sus cartas y que conseguía un equilibrio excelente entre las tramas individuales y la global, consiguiendo un ritmo estupendo que supo mantener las expectativas hasta el final y que dejó las expectativas muy altas de cara a una segunda temporada que, ya sea por una cosa o por otra, ha conseguido estar a la altura solo de forma parcial y que no consigue mantener el equilibrio del que la primera hizo gala, relegando la trama “principal” a un segundo plano y centrándose de forma mucho más intensa en las individuales.
Decisión ésta que, evidentemente, tiene consecuencias sobre el ritmo general de la serie, haciendo que en ocasiones la historia se sienta “fracturada” y que, aunque sepamos perfectamente que pasa con Lito o con Capheus, no tengamos tan claro que ocurre con la persecución a la los sensates se ven sometidos.
Por suerte estas tramas individuales son lo suficientemente interesantes como para mantener nuestra atención hasta el final de la serie, lo que en parte se debe a las divertidas interacciones entre los sensate y a las más que excelentes interpretaciones de sus ocho protagonistas, destacando especialmente las de Miguel Ángel Silvestre, Bae Doona y Tuppence Middleston, aunque el resto también estén a un gran nivel.
El toque Wachowski
Mención aparte merecen los “momentos Wachowski” en los que, ya sea por una casualidad cósmica la mar de alegre o por un arrebato de creatividad deslumbrante, las hermanas nos regalan escenas muy bonitas y memorables que acaban componiendo el verdadero corazón de la serie. No siguen un patrón y pueden surgir prácticamente de cualquier situación: Sun haciendo Tai-Chi en un tejado cuando se pone el sol, Riley fumando al atardecer, Wolfgang dándose un baño… no importa la situación o lo cotidiana que resulte, las Wachowski son capaces de sorprender y emocionar con estas escenas tan características que, si bien resultan complicadas de definir, las reconoces en cuanto hacen acto de presencia.
Una serie en la que lo importante es su mensaje
Sin embargo, y a pesar de todo lo que he dicho, la trama no es, ni por asomo, lo que acaba siendo más importante en Sense8. Y es que lo más característico de la serie, lo que la hace trascender en el panorama seriefilo y diferenciarla del resto de ficciones del panorama actual es su más que evidente carácter de reivindicación, no sólo social, sino de todo lo que nos hace verdaderamente humanos. Las Wachoswki han encontrado en Sense8 el medio perfecto para expresar ante el mundo su visión de la naturaleza humana, mostrando el crisol de culturas y diversidad sexual que caracteriza a nuestra especie y que tan bien encarna el octeto protagonista.
Así, la serie se regodea en la diferencia y la ensalza como nuestro mayor tesoro, pues, al fin y al cabo , la igualdad es mucho más excluyente y deja de tener sentido cuando nos damos cuenta de que lo único que verdaderamente todos tenemos en común son nuestras particularidades. Muchos verán Sense8 como un ejercicio de optimismo estúpido e ingenuo que intenta transmitir un mensaje demasiado inocente para la incertidumbre internacional en la que nos encontramos sumergidos, una excentricidad más de las Wachowski y su particular forma de hacer las cosas, pero yo prefiero olvidarme de esto y quedarme con el mensaje que transmite: que para encontrar lo que nos hace iguales debemos fijarnos en lo que nos hace diferentes (y que “What’s up?” es un auténtico temazo, todo sea dicho).
De esta forma, y volviendo a nuestra primera incógnita, toca preguntarnos: ¿merece la pena ver Sense8 aún sabiendo que es más que probable que su historia nunca llegue a concluir?
La respuesta es un rotundo y tajante “sí”. Puede que Sense8 no sea para ti, puede que la odies y que tras ver unos cuantos capítulos no quieras volver a saber nada de ella, no te voy a mentir; pero incluso así creo que merece la pena que todos le deis una oportunidad a la obra de las Wachowski. Es posible que esta segunda temporada no sea perfecta: la trama principal está algo diluida y a veces presenta algunos problemas de ritmo algo confusos, pero Sense8 es una serie con corazón y al final le perdonaremos lo que sea en favor de esos momentos únicos y especiales que resultan tan ingenuos como inspiradores.
Sense8
Destaca en:
- Los personajes, así como sus interacciones, resultan interesantes y están bien construidos.
- Algunas escenas y momentos concretos muy inspirados.
- Su carácter reivindicativo y esperanzador.
- Las interpretaciones están a un gran nivel.
Podría mejorar:
- El interés por la trama “principal” varía enormemente a medida que se desarrolla.
- Algunos problemas de ritmo.
- Que haya sido cancelada.
Un comentario
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