Shogun: entre la guerra santa y la lucha política en el Japón feudal.

No necesita presentación porque entre plataformas de visualización (Hulu y Disney), redes sociales y el hype hemos estado bien atentos de la llegada de Shogun, una de las apuestas más atractivas y potentes del 2024. No seré la única que ha devorado sus 10 capítulos en un abrir y cerrar de ojos.

Sin embargo, Shogun (o Shogún o Shōgun, el tiempo dirá si ofendemos a alguien) es un remake de una miniserie que se realizó en 1980, que a su vez estaba basada en la novela del mismo nombre de James Clavell de 1975. Y este es el trabajo que yo conocía, al igual que el resto de la obra de este gran novelista y guionista, que nos trajo películas como (agarrarse, amigos) La Gran Evasión. Para los profanos, resulta que Clavell fue prisionero de guerra de los japoneses durante la Segunda Guerra Mundial. Rebotó entre malasios, coreanos, filipinos y japoneses, experiencia que le ayudó a escribir su famosísima El Rey de las Ratas, pero no influyó negativamente a la hora de escribir Shogun. Aquellos que hemos seguido ahora la serie podemos dar fe de ello.

Shogun une tres destinos. El de John Blackthorne (Cosmo Jarvis), un hombre inglés que naufraga en Japón y que intenta sobrevivir en tierra hostil. El de Lord Yoshii Toranaga (Hiroyuki Sanada), un daimio cuyas inclinaciones políticas harán que el resto de los señores se vuelvan contra él. Y el de Lady Mariko (Anna Sawai), una noble caída en desgracia que desea demostrar su lealtad.

Lo mejor y más honesto que se puede decir de Shogun como jidaigeki (drama de época) es que está muy bien hecha. No sólo me refiero a sus altos valores de producción (un presupuesto altísimo dando sus frutos), sino a la completa inmersión que se realiza por la fidelidad histórica, la recreación visual, la plausibilidad cultural, la estupenda ambientación… Aquellos que hemos estado en Japón podemos dar fe del enorme esfuerzo que se ha realizado para recrear los castillos en concreto y el Japón feudal en general.

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Aquí es que se sientan de otra manera.

 

Porque Shogun no ha dejado nada al azar en este sentido. Desde la inclusión de secundarios de lujo como Néstor Gastón Carbonell, Takehiro Hira o Tadanobu Asano que dan verosimilitud a la historia, hasta el equilibrio entre bondades y crímenes (vicios y virtudes, vaya) de cristianos (ya fueran españoles o portugueses) y de japoneses. Porque estamos muy acostumbrados a que las ficciones televisivas de época nos proporcionen una imagen bondadosa de esos mártires cristianos, así como una visión muy amable de los samuráis, los ronin y los japoneses en general. Esta serie está emplazada en el año 1600 y sí, aunque el honor y la lealtad eran pilares claves de su forma de entender la vida y la muerte, podían ser inequívocamente crueles. El hecho de haber encontrado ese equilibrio es, irónicamente, lo que nos hace a los amantes de Japón, seguir la serie con tranquilidad: no vamos a encontrar nada que no sea real y que haga que los profanos se lleven una idea errónea de cómo es y fue Japón.

Esto no significa que la historia sea perfecta en su ejecución. Sobre todo, en los capítulos centrales el juego de poderes se hace confuso. Es difícil adivinar el posicionamiento e intenciones de algunos personajes y el espectador se puede perder. Aunque las tramas terminen aclarándose, la sensación general es de confusión.

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Tampoco ayuda a ello que el japonés sea el idioma central de la serie. Ayudando a la inmersión, pero saturando un poquito nuestro cerebro, el caso es que más de la mitad del tiempo lo vais a pasar leyendo subtítulos. Para los habituados al anime no hay ningún problema (o para los que ven las series en versión original), pero los no acostumbrados lo sufrirán.

Todo esto no significa que Shogun no tenga un gran guion que ayuda a que las actuaciones queden realzadas. El inglés, por ejemplo, es un personaje muy gris. No responde al arquetipo de héroe: él quiere salvar su propio pellejo. Tampoco el daimio deja indiferente. Un personaje genial al que puedes considerar un genio y un inútil a partes iguales durante toda la serie.

Esto quizás es así porque Juego de Tronos ha tenido un impacto inmenso en el mundo de las series y eso ha llevado a crear personajes lo más alejados de los arquetipos clásicos. En Shogun también se nota en el estilo coral, así como en la tranquilidad con la que se desprende de sus personajes. Ese no saber qué esperarte es uno de los puntos fuertes de Shogun, pero sin duda también generará algo de decepción en aquellos espectadores que esperaban que, al ser una serie de samuráis, tuviera muchas escenas de duelo. Y nada más lejos de la realidad. Sí que hay conflictos y peleas, pero no podríamos considerarlo una serie de acción per sé. Es lo mismo que pasa con el tema de los diálogos. Creo que muchos recelarán de la historia por esperar ver esa pomposidad que antes se atribuía a los japoneses en el hablar (como si en la Era Edo se hablara con refranes, vaya) y ver diálogos más mundanos hará que lo consideren menos real.

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John se convierte en hatamoto (samurai al servicio del daimio) y Mariko es su intérprete. Su relación es uno de los platos fuertes de la serie.

 

Empecé a ver Shogun con cierto recelo porque su historia se me antojaba demasiado cercana en su ejecución a la película El Último Samurái (2003, por cierto, Hiroyuki Sanada actúa también en ella). Sin embargo, ese placer de superficie que nos proporcionaba aquella película hay que rascarlo más en la serie, dando como resultado un producto menos autocomplaciente y honesto. Su final también resulta más satisfactorio por ser más realista y me habría encantado que continuara así (al fin y al cabo, los 10 capítulos abarcan la totalidad de la novela); pero lo cierto es que las últimas noticias apuntan a una segunda temporada y, por una vez, no tiene que ver exacta o directamente con hacer dinero. Por lo visto no hay buenas candidatas a Mejor Drama en los Emmys y Shogun tiene buenas papeletas para serlo… pero para ello tiene que salir de su categoría como Miniserie. ¿Quién ganará, el Arte o Hollywood? Hagan sus apuestas, mis queridos tomodachis.

Shogun

8.4

NOTA

8.4/10

Destaca en:

  • Ambientación preciosista.
  • Altos valores de producción.
  • Fidelidad histórica.
  • Personajes no arquetípicos.
  • Por fin los japoneses no hablan como si recitaran poesía.

Podría mejorar:

  • Historia confusa en los capítulos centrales.
  • La serie hay que verla con subtítulos.

About Susana "Damarela" Rossignoli

Susana Damarela es fundadora de Generación Friki. Gran apasionada de la lectura y el cine, puede leer un libro cada día de la semana sin despeinarse. Como novelista ha publicado La Ciudad que Olvidamos (2024) y está centrada en la publicación de nuevos títulos. También le encanta el deporte, el rock, las juergas y el kalimotxo. Sus juegos favoritos son el Tetris y el Starcraft II.

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