Pasamos más tiempo en nuestro lugar de trabajo que en casi cualquier otro sitio. No es de extrañar por ello que las mayores relaciones personales se establezcan con nuestros compañeros, pasando del respeto a la curiosidad, de ahí al colegueo y posteriormente a la amistad, que a veces es tan intensa que llegamos a considerar al otro como un miembro más de la familia. En el mejor de los casos, por supuesto. Y si somos afortunados, todo esto lo haremos de una forma orgánica, natural, sin tener que pasar por esas experiencias amargas de las que adolecen todas las familias porque, ya lo sabemos, es la que nos tocó y nos tenemos que aguantar. Exactamente igual que con los compañeros de trabajo. Por eso, la gran familia que se va gestando durante las 9 temporadas que dura Suits la clave del éxito (2011-2019) tiene tanto valor, porque se va formando a base de broncas y despechos, traiciones y desagravios, con muchas copas de más (si en Mad Men fumaban, aquí en Suits beben) y demasiadas horas diarias de jornada laboral que nunca terminan al llegar a casa.
Dejando a un lado el hecho de que es una ficción que requiere de drama y acción para hacerla interesante, Suits está ambientada en el estresante y exigente mundo de la abogacía en Manhattan. Prestigiosos bufetes con los mejores profesionales del sector licenciados en punteras universidades que llevan a cabo acuerdos multimillonarios y representan a las firmas más poderosas en los juzgados. Este es el universo en el que irrumpe Mike Ross (Patrick J. Adams) un estudiante con memoria eidética que por un accidente no consiguió entrar en Harvard, pero al que el invicto abogado Harvey Specter (Gabriel Macht) contrata después de quedar impresionado con sus habilidades.
No voy a negar que buena parte de la trama, y no sólo durante las primeras temporadas, gira alrededor del hecho de que Mike y Harvey esconden un secreto y lo complicado que es a veces ocultarlo, pero si la serie se hubiera basado única y exclusivamente en eso no sólo no habría sido sostenible que Suits durara 9 temporadas, sino que estas hubieran sido infumables. No es que quiera poner en duda las capacidades imaginativas del showrunner Aaron Korsh, sino que por mucho que te gusten las tramas de abogados, hay un número limitado de formas de esquivar la ley cuando el fraude está tan claro.
Por ello, nos encontramos ante un guion particularmente brillante (salvando el enorme bache que supone no aprovechar en absoluto la memoria prodigiosa de Mike para la trama) basado en la premisa de que toda acción tiene una consecuencia y eso, en un mundo de abogados a los que les cuesta mucho aceptar la derrota, hace mantener el ritmo de la serie siempre arriba con los constantes litigios y demandas a resolver. De por sí no parece mucho, pero cuando tu elenco de personajes se reduce a media docena de personas (los dos protas, dos abogados, una pasante y una secretaria) la aparición recurrente de otra docena de personajes a lo largo de las temporadas hace que verdaderamente sientas Suits como una gran historia de una pequeña familia.
Una de las cosas que menos me gustaban de mis series favoritas era la aparición de personajes durante un capítulo para después no volver a aparecer. En Suits prescinden de esa fórmula tan clásica para hacerte sentir que verdaderamente el bufete de abogados es una gran familia y aquellos que entran, salen y vuelven a aparecer capítulos o temporadas después son como tu vecino o el primo lejano, pero siempre alguien parte de tu vida.
Cuando la serie siente que tiene que prescindir de algún personaje, lo sustituye por otro que ha ido paulatinamente haciéndose un hueco a través de los capítulos de forma que esa sensación de naturalidad no se pierde.
Tanto tiempo en el despacho como en el psicólogo.
Todas las relaciones que acaba estableciendo la serie entre sus personajes, más allá del acudir al consabido “me lo debes”, se crean a través de escuchar y comprender las razones que esgrime cada persona para actuar. Pese a lo Mary Sue que te pueden parecer al principio tanto Mike como Harvey, lo cierto es que pronto empiezan a vérseles las costuras. Y no es porque escondan trapos sucios o tengan cosas de las que avergonzarse, sino porque simplemente son humanos y cometen errores o tienen traumas o a veces no se portan con los demás tan bien como deberían. Esta humanidad de la que están dotados se hace más presente porque la serie no duda en hacerles hablar de sus sentimientos constantemente y en dejarnos ver que están rotos.
¿Cuántas veces hemos pensado al ver una película o serie que determinada situación se resolvería si X persona le dijera tal o cual a Z? Claro, la trama tiene que crearse de alguna manera, pero Suits prescinde de eso al hacer que hasta los poderosísimos abogados de Nueva York necesiten gente a su lado para apoyarse. Y aunque Donna Poulsen (Sarah Rafferty) o Jessica Pearson (Gina Torres) o Rachel Zane (Meghan Markle) son vivas pruebas de mujeres fuertes e inteligentes que saben cómo separar lo profesional de lo personal en cada momento, creando tramas en las que la mezcla de sus dos mundos es tremendamente atractiva, es en el personaje del histriónico abogado Louis Litt (Rick Hoffman) donde vemos la verdadera riqueza de Suits.
Louis es probablemente el personaje más gris, carismático e interesante que ofrece esta serie. La verdadera prueba de que los seres humanos, incluida en la ficción, podemos cambiar. Un tipo de metamorfosis que rara vez veo en una serie y de la que tenemos la mejor muestra en Juego de Tronos. Con un dominio perfecto del lenguaje no verbal, Louis es ese tipo de personaje que crees conocer desde el primer momento y que te sigue sorprendiendo con cada temporada que pasa, aunque en realidad es el más transparente y el que mejor acepta tanto cómo es, como lo que espera de los demás. El resto de personajes acaban entendiendo a Louis y sus motivaciones a la vez que el espectador, convirtiéndose en el engranaje más complejo y completo, al ser tanto fuente de problemas y soluciones, como de dramas y risas y justificando con su sola presencia la aparición de personajes como Sheila Casta (Rachael Harris) o Katrina Bennett (Amanda Schull).
La pareja más carismática y divertida de la serie.
¿Cómo de importante puede ser para cada personaje el bufete de abogados?
Suits no pretende que aprendas cosas sobre abogacía. Es demasiado compleja y requiere información previa (no sé, una carrera de abogacía en Harvard, por ejemplo), pero el grosso de la historia siempre está bien explicado y evita en la medida de lo posible la jerga de los abogados corporativistas, de tal forma que te centras en lo importante, la transmisión de los valores que encarnan los personajes y que podemos resumir en uno: lealtad.
Sólo por ver una característica tan poco habitual (y menos entre compañeros de trabajo tan agresivos) ya bastaría para recomendarla, pero en mi caso, la existencia de dos bromances como los que hay aquí, Harvey-Louis y Harvey-Mike, bien valen el tiempo dedicado a Suits la clave del éxito. Esas relaciones de amistad y a qué término llegarán es una de las razones por las que queremos saber qué pasa. Al final, de poco vale la lealtad, que es respetarse en gran medida a uno mismo, si no hay amor detrás. Y, en definitiva, 9 temporadas son las que necesitaba Suits para que sus personajes se amasen a ellos mismos y a los demás.
Suits la clave del éxito
Destaca en:
- No es la típica serie de abogados de demanda-caso-resuelvo.
- Personajes bien trabajados.
- Sólido guion
- El personaje de Louis y sus relaciones individuales con cada personaje.
Podría mejorar:
- No se saca partido durante la serie a la memoria de Mike, es casi irrelevante.
- ¿Se puede demandar tanto a una persona?