Vamos a reconocerlo. Esperábamos esta tercera temporada de The Boys por el morbo, porque entre redes sociales y noticias varias sabíamos que iba a ser la bomba, que nos habían prometido gore del bueno, violencia extrema con mucho humor negro y sí, una escena de una orgía. Aquellos que hemos leído el cómic sabemos de lo que hablamos. Para los que no lo sepan, sí, tiene todo eso, pero también un buen argumento hilado con maestría, unas actuaciones espectaculares las que más, decentes las que menos, y la constante sensación de que en The Boys puede ocurrir cualquier cosa y, amigos, a estas alturas del mundo del cine y la televisión, no saber qué puede pasar… eso no está pagado.
Incidí en mis anteriores críticas de que el miedo era el tema principal y la razón del argumento principal. En esta tercera temporada se sigue incidiendo en ello y quizás es su mayor error, el no hacer avanzar la trama ya que todo lo que acontece hasta el final de temporada es para reafirmar que Patriota está como una cabra y que es extremadamente peligroso. La sátira continúa, algunos personajes hacen uso del Show Must Go On y mientras, nuestros protagonistas intentan acabar con Vought International, otros intentan redimirse o simplemente sobrevivir en esa jungla.
0 sutilezas vs 100 explícito
Para esto, lo que ha hecho la serie en esta tercera temporada, y lo ha hecho estupendamente, es exprimir hasta la muerte (a veces literalmente) a sus personajes. Son como muñecos de trapo en manos de un niño sociópata, en una suerte de complejo zarandeo emocional y físico en el que la ética, los conceptos del Bien y el Mal y el maquiavelismo se ponen una y otra vez encima de la mesa; funcionan casi como detalles que a veces se pueden, en medio de sus difíciles tomas de decisiones, tener en cuenta, más que conceptos que vertebren la serie. The Boys, aunque os cueste creerlo, toma su violencia muy en serio, estando esta tan justificada como los problemas a los que se enfrentan en todos los bandos. De esta forma, mientras la trama avanza y el tira y afloja en ambos bandos va desgranando todos sus matices, la serie nos va preparando para ese estallido final.
El estallido final
The Boys lo hace estupendamente. Casi constantemente pensamos que las acciones de Billy Butcher (Karl Urban), Hughie Campbell (Jack Quaid), Patriota (Antony Starr), Luz Estelar (Erin Moriarty) y el resto de personajes de cualquier bando traerán esa catástrofe. Es inminente, podemos olerla. No sabemos cómo será, pero es como una Guerra Fría entre la serie y el espectador en la que cualquier acción puede desencadenar ese momento catártico en el que, estamos seguros, todo se irá a la mierda. Habrá mucha muerte, violencia, vísceras y algunas revelaciones importantes. Y estamos esperando ese momento. La serie lo sabe, y se ha ocupado en esta tercera temporada entera en mostrarnos que, cuando hablamos de política, medios de comunicación y ascenso de los fascismos (leer T2 para entender esto) los poderosos tienen siempre un as en la manga. Lo que no nos esperamos es que la gente corriente, esa que no es superhéroe, pueda girar las tornas en una u otra dirección.
No es tan atrevida como parece.
Que una escena sea atrevida, ya se por su contenido sorpresivo, violento o sexual no quiere decir que la serie esté arriesgando. No es G.R.R.Martin, sí le importan sus personajes y como tal prescinde sólo de anónimos y secundarios. Lo hace de mil maneras crudas, pero la realidad es que no se atreve a renunciar a todos esos personajes carismáticos que tanto aportan a la trama. Con Canción de Hielo y Fuego aprendimos que, por muy buen personaje que fuera y lo mucho que pensásemos que aportaría a la historia, el escritor podía prescindir alegremente de él. The Boys quiere demasiado a sus personajes. Maeve (Dominique McElligott), A-Train (Jessie T. Usher) o Profundo (Chace Crawford) son personajes interesantes y no porque sean superhéroes, sino porque a pesar de ello tienen problemas corrientes como el resto de los mortales. Y la serie quiere exprimirlo.
También se guarda ases en la manga. Mientras pequeñas tramas como la de Termita (Brett Geddes) nos van dejando conmocionados, la tercera temporada redirige nuestra atención y vertebra la acción por la aparición de un nuevo superhéroe llamado Soldier Boy (Jensen Ackles) en una de esas tramas de la serie más interesantes por sus implicaciones para con los personajes, que no saben qué esperar de él. Nada hay mejor que un personaje que no puedes encasillar y Soldier Boy responde estupendamente a esa descripción llegando a su culmen cuando es capaz de provocar en nuestro ya polifacético actor Antony Starr nuevas reacciones y matices en su interpretación.
The Boys T3 es una temporada estupenda. En todos los capítulos ocurre algo, no sólo un momento memorable, sino con relevancia para la trama. Mantiene el ritmo, la dirección, fotografía, guion y actuaciones de las dos anteriores temporadas y tiene toda la pinta de que la temporada 4 irá por el mismo camino. Si a estas alturas seguís viendo la serie de Amazon Prime está claro que sabéis ver el trasfondo tras esa cortina de sangre, escenas intimidatorias y secretos mal guardados. No sé si un aumento del gore y la violencia rozará lo obsceno, pero teniendo en cuenta que nos hemos pasado toda esta temporada esperando que estallara el obús, no debería importarnos mucho que continúen en esa línea.