En noviembre de 1988 llegó a las tiendas de cómics el primer número de una nueva serie, el primer trabajo importante del joven protegido de Alan Moore, Neil Gaiman: The Sandman.
The Sandman, en realidad, se enmarca en un contexto histórico mucho más amplio. Una Edad de Oro para el cómic estadounidense que vio nacer obras como Watchmen (Alan Moore y Dave Gibbons, 1986), El regreso del caballero oscuro (Frank Miller, 1986) o Maus (Art Spielgelman, 1980-1991). En virtud de la concisión, rastrearemos los orígenes de The Sandman hasta la prometeica etapa de Alan Moore en Swamp Thing (1984-1987).
De Swamp Thing Gaiman tomó la atmósfera y el enfoque. Una atmósfera gótica y contemporánea, heredada a su vez de Stephen King y de la “nueva carne” de Cronenberg y Barker. Un enfoque consistente en la reelaboración y deconstrucción posmoderna de personajes olvidados del fondo de armario de DC.
El primer Sandman fue un justiciero de la Edad de Oro, mientras que el segundo Sandman fue un superhéroe creado por Jack Kirby en los setenta. Tanto éxito tendría el enfoque de Moore/Gaiman, que Karen Berger (editora de Vertigo) convertiría la estrategia en el emblema del cómic de calidad Vertigo (Animal Man de Grant Morrison y varios autores, Shade de Peter Milligan y Chris Bachalo, Doom Patrol de Grant Morrison y varios autores, Orquídea Negra de Neil Gaiman y Dave McKean, Kid Eternity de Grant Morrison y Duncan Fegredo), al menos durante la primera época del sello.
En cualquier caso, The Sandman no tardó en dejar atrás la alargada sombra de Swamp Thing para crear un género y un estilo propio e inclasificable. La adaptación de Netflix tiene como principal reto trasladar ese mundo abstracto e inclasificable al mundo material de la pantalla.
El show de Netflix adapta la trama de Preludios y nocturnos y La casa de muñecas.
El show de Netflix sigue la trama de los dos primeros arcos argumentales del cómic: Preludios y nocturnos y La casa de muñecas.
En 1916, el magus Roderick Burguess (Charles Dance) pretende capturar a la Muerte. Pero el plan sale mal, y acaba prendiendo al hermano pequeño de Muerte, Sueño (al fin y al cabo, dicen que el sueño es la pequeña muerte).
En 2022 (1988 en el cómic), Sueño (Tom Sturridge) consigue liberarse sólo para encontrar su reino destruido, así como los sueños y las pesadillas libres en el mundo de la vigilia. Por si esto fuera poco, Sueño provocará la ira de Lucifer (Gwendoline Christie) y será involucrado en las maquinaciones de su hermano-hermana Deseo (Mason Alexander Park). Maquinaciones que involucran a Rose Walker (Kyo Ra), un vórtice del sueño.
Aciertos y errores de la adaptación: guion, estructura, atmósfera, casting.
Neil Gaiman (quien ya tiene bastante experiencia en adaptaciones malas, Stardust, buenas, Good Omens, y excelentes, American Gods) encabeza un triunvirato de guionistas de ensueño, formado por los versados en cómic y cine David S.Goyer (JSA de Geoff Johns, Batman Begins, El caballero oscuro) y Allan Heinberg (¿Quién es Wonder Woman?, Jóvenes Vengadores, Wonder Woman).
El guion está bien adaptado en términos generales, aunque introduce algunos cambios absurdos en cuanto a innecesarios. Me refiero en especial a los cambios en la trama de El Corintio (Boyd Holbrook).
Del mismo modo, la estructura que plantea la serie es interesante, pero está mal ejecutada. El show parece sintetizar dos tramas centrales en una única temporada. Intenta imitar el espíritu capitular del cómic, pero el resultado final ofrece una importante descompensación entre tramas, hasta el punto de que los cinco primeros capítulos parecen tener poco que ver con los cinco últimos episodios.
Y aun así, el principal problema con The Sandman es que se pierde la atmósfera indefinible y la magia característica de la obra original. The Sandman no posee una estética que puede identificarse con un director, un director de arte o un director de fotografía. La estética de The Sandman es la estética de Netflix: un universo visual blando, soso y ligero. Sinceramente, es una auténtica pena.
Uno de los grandes aciertos del show es el casting, muy británico en su solvencia. Tom Sturridge se convierte en Sueño de forma tan convincente que ahora ya resulta difícil imaginar a otro interprete haciéndose con el papel. Y eso que, como se suele decir, le ha tocado bailar con la más fea: Sueño es un personaje hierático, taciturno, egoísta y muchas veces desagradable.
Boyd Holbrook inyecta a El Corintio suculentas dosis de carisma (aunque las motivaciones de este personaje no acaban de estar del todo claras debido a los cambios en la trama mencionados más arriba).
The Sandman fue pionero en cuestiones de representación.
Llegamos a la madre del cordero de todas las polémicas. Jenna Coleman (Johanna Constantine), Gwendoline Christie (Lucifer), Kirby Howell-Baptiste (Muerte), Vivienne Acheampong (Lucienne) y Kyo Ra (Rose Walker) completan un reparto solvente. En todos los personajes mencionados encontramos un cambio de raza, sexo o ambas cosas.
Cierto es que The Sandman fue pionero en cuestiones de representación. Los propios Eternos son en función del modo en que son percibidos; aunque esta es una cuestión más metafísica que política, no existe problema ni contradicción en considerarlos “género-fluido”.
Ahora bien, la pregunta: ¿qué aporta, por ejemplo, cambiar el aspecto icónico de un personaje como Muerte? ¿El sexo de John Constantine o Lucifer?
Un detalle ridículo relacionado con esto. La segunda mitad del sexto capítulo es una adaptación de Hombres de buena fortuna. Del mismo modo que el relato original (publicado en The Sandman #13), el episodio abarca más de cinco siglos de historia inglesa. Comienza en el siglo XIV, con Sueño y su hermana Muerte visitando una taberna. Nadie presta mucha atención a la mujer negra, a pesar de que la gente de color no llegó hasta Gran Bretaña en la época isabelina (un par de siglos después). Esto es sólo una pequeña muestra de cómo los cambios absurdos generan incongruencias absurdas.
Debido a que los derechos de explotación de los personajes de DC pertenecen a otras compañías, Netflix no ha tenido que eliminar cualquier referencia al universo superheroico del que Sueño forma parte. ¿Cualquiera? No, porque para el espectador avezado aguardan varias sorpresas deliciosas: sólo se echa de menos a Wesley Dodds, el vigilante nocturno de los años cuarenta que Neil Gaiman integró en su epopeya. La popularidad de Dodds resucitó a raíz del éxito de Gaiman, y el personaje contó con un magnífico serial a cargo de Matt Wagner, Steven T.Seagle y Guy Davis: Sandman Mystery Theatre.
El propio David S. Goyer escribió las aventuras del nieto de Wesley (Sandy) en JSA. De modo que no podemos hacer otra cosa que unirnos a sus padres literarios en su lamento: “Adios, Wesley. Te echaremos de menos”.
Adaptaciones de Neil Gaiman a la pequeña pantalla: Good Omens, Stardust, American Gods.
The Sandman (el show) entiende correctamente que The Sandman (el cómic) es una metáfora de la tradicional familia disfuncional.
Sin embargo, lo mejor que puede decirse de la serie de Netflix es que resulta lo suficientemente interesante como para servir de primera toma de contacto con el mundo de Gaiman. Muchos espectadores que jamás leerían un cómic se introducirán en un universo de fantasía imposible de olvidar.
Quien sabe. Quizás sea esa la intención última de Gaiman. Como todos los grandes escritores, sabe que las grandes historias sólo pueden disfrutarse aupándose en las fuerzas de la propia imaginación.
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