Llegar al Valhalla, dioses cotidianos personificando las fuerzas de la naturaleza. ritos paganos sencillos o fastuosos, decisiones basadas en lo que los dioses quieren, sacrificios humanos, muchas historias transmitidas por el boca a boca…la serie Vikings nos ha impregnado una y otra de esa parte tan interesante de su historia que es una profunda religiosidad. Pero no se limita a mostrarnos la religión porque sea fascinante, sino porque es imposible comprender ni a la cultura nórdica, ni el guion mostrado en la serie, sin entender la importancia de este aspecto.
¿Qué es lo que más nos fascina de Vikings?
Podemos dividir la serie en dos partes, de la temporada 1 a la 4, y de la 5 a la 6. Todo el mundo sabe cuál es el punto de inflexión entre las dos, cómo cambió de ritmo, de interés, de personajes y, aunque su historia mantuvo sus señas de identidad: conquista, exploración, supervivencia, conocimiento de uno mismo y del mundo exterior, la familia y otros detalles, el gran cambio se producte en la forma en la que influye y evoluciona la religión de la primera parte a la segunda.
La influencia de los dioses y la religión
Todo se construye alrededor de la religión, sobre todo en la cultura vikinga, pero también en la cristiana. El personaje de Ragnar Lothbrok es el que mejor entiende la importancia de conocer cómo funciona el mundo. Él es la parte importante dentro de la historia de Vikings y su personaje (interpretado por Travis Fimmel) es el que realmente tiene peso para alterar el orden establecido y, a través de ello, cambiar tanto a los vikingos como a él mismo. Por eso, la ruptura de él mismo y, por lo tanto, de la religión, establece una nueva relación de los humanos con los dioses (esa continua creencia de predestinación se quiebra, las acciones humanas ya no están hiladas por las decisiones de los dioses, sino por los celos humanos), de las costumbres vikingas ligadas al honor (que permiten que viajes al Valhalla), de las acciones morales, que se tornan ambiguas y un largo etcétera que cambia toda la visión mágica, simbólica, de cómo los humanos interpretan lo que ocurre alrededor y que, efectivamente, está basado en la religión.
Por ello, es normal que la gente se pregunte si, a raíz de la cuarta temporada, la saga decae. Una serie basada en los dioses decae cuando se demuestra que estos dioses no tienen importancia.
Así, se llega a la conclusión de que los hombres actúan por cuenta propia, no están ligados al destino de los dioses ni ellos mueven los hilos. Es muy tranquilizador pensar que si actúas bien o mal o vences o pierdes es por decisión de los dioses, pero ese pensamiento vikingo se rompe en la serie cuando Ragnar “demuestra” que esto no es así. Que son nuestras acciones las que mueven todo.
Las personas que echan la culpa a Dios, ya sea vikingo o cristiano (o extrapolarlo) únicamente quieren echar balones fuera en lo que son sus propias decisiones.
Así que, ¿qué hemos aprendido?
Muchas cosas. Yo aprendí muchísimo de religión viendo Vikings. Y saqué mis propias conclusiones. Pero fuera de la brutalidad y la barbarie con que nos pintan siempre su cultura, que, honestamente, no se diferencia en nada de cualquier cultura agricultora y ganadera que decidiera explorar y conquistar nuevos territorios a lo largo de la Historia, existen detalles que la convierten en una de las sociedades más modernas e interesantes de la época: su concepto de la democracia, la igualdad entre hombres y mujeres, su concepto de la hospitalidad, la flexibilidad entre clases sociales…
Vikings ha resultado una serie muy completa en todos los sentidos. Nos ha dejado escenas memorables, diálogos profundos, personajes estupendos y posiblemente pase mucho tiempo hasta que alguien quiera igualar la gesta de semejante despliegue de producción con otra obra sobre los expedicionarios escandinavos. Sí, este año (2021) parece que tendremos una secuela ambientada 100 años después, pero está producida por la misma gente, así que no cuenta.