Como suele pasar, yo me enteré de que había una serie nueva de zombies cuando ésta ya llevaba algún tiempo emitiéndose en nuestras pantallas. The walking dead se llamaba, estaba basada en un cómic del mismo nombre de Robert Kirkman (del que se empezó a desligar poquito a poco…desde el capítulo 2) y prometía ser una revolución porque básicamente incluía todos los componentes que están de moda a día de hoy: un mundo post-apocalíptico, enredos amorosos en los que predominara una triángulo hombre-mujer-hombre, algo de tufillo a culebrón y zombies, o infectados, o caminantes, o quiero-recrear-mi-propio-mundo-y-me-paso-la-ficción-por-el-forro. Como hicieron hace poco en la película de Guerra Mundial Z, sin ir más lejos.
Y es tu serie y la haces como quieras, pero no la llames “de zombies”, porque no lo son. Si un vampiro brilla con escamas, precioso, pero no lo llames vampiro, invéntate otro nombre; y si un muerto viviente te salpica por todos lados con su sangre y tú no te infectas….no lo llames zombie.
Y es que todos esos premios (maticemos, por maquillaje, sonido…) no logran disimular una gran verdad que se esconde detrás de The walking Dead que es un guion que flojea. Y no me molestaría si la serie estuviera pasando sin pena ni gloria, pero el caso es que van a estrenar la 6ª temporada y siento como si todo el mundo no hiciera otra cosa que hablar de ella. Vale, estrenan temporadas de Los originales“, de The Flash, de Castle, de I zombie y de chorrocientas más, pero ésta se espera como agua de mayo cuando deberíamos llevar ya tiempo poniéndola en el lugar que le corresponde: es una road “movie” de ficción sobre un plaga con excesivas muestras de folleteo cariño por parte del personal. ¿De verdad pensáis que en medio de un apocalipsis os vais a desnudar para echar un polvo? A bragueta bajada y gracias. Pero el espectador anodino demanda, y la televisión ofrece.
Por ello, el espectador experto, el entregado, ese que es exigente con lo que le ofrecen, no debería alabar tanto una serie en la que el guion se mueve según las exigencias del momento, y no al revés. Es decir, tienes un grupito de gente rodeada, tienes que hacerles escapar, por lo que ¡de repente! los reanimados son incapaces de saltar una simple cerca de menos de un metro. Eso sí, necesitas que muerdan a alguien, y el zombie de turno se encarama a una valla de tres metros, cruza al otro lado y corre (ojo, corre) hasta coger al fulano de turno. Os sugiero que veáis la conclusión del capítulo 11 de la segunda temporada. Estás solo en la llanura, ¡haces chas! y el zombie aparece a tu lado. Y así todas las temporadas. Los zombies hacen de todo o de nada según lo exija el guion. ¿Qué es eso? Seriedad, por favor.
En #TheWalkingDead los zombies hacen de todo o de nada según lo exija el guión Clic para tuitearOtro de los males con los que me he topado en la serie es la previsibilidad. Creo que fue a finales de la primera temporada cuando empecé a hacer quinielas conmigo misma sobre quién iba a morir, qué iba a pasar en la siguiente escena, y cómo se iba a desarrollar la acción. De hecho, el final de la segunda temporada fue exactamente como preví que fuera. Y eso…no es porque yo haya visto muchas series ni porque sea muy lista, amigos lectores.
¿Por qué el escritor de moda George R.R Martin nos conquista con su saga de Canción de Hielo y Fuego? ¿Por qué hay tantos memes y chascarrillos con sus decisiones? Porque nadie está a salvo. Y se trata de una guerra civil, igual que en The walking dead. Es muertos contra vivos. Y a veces vivos contra vivos (¡oye! ¡predicción! cada vez hay menos zombies y la trama será cada vez más vivos contra vivos), es decir, una guerra civil que encima ocurre por tooodo el territorio. De hecho, aunque aquello se centra en el estado de Georgia, Atlanta, etc (estados sureños, que tenemos que justificar que haya armas por todos lados) es de suponer que el planeta Tierra entero está igual de asqueroso. Tengo la sensación de que cada vez que muere un hombre negro en la serie, traen a otro. Otra vez, el guion se busca las mañas para que los personajes hagan lo que él quiere.
Lo que sí que me ha sorprendido gratamente han sido las actuaciones de, en general, todo el elenco de actores. Sí, a veces previsibles, sí, a veces roles demasiado poco creíbles, pero muy buenas actuaciones. Andrew Lincoln, en su papel de personaje protagonista, Rick Grimes, está espectacular, destacando sus transformaciones a lo largo de las temporadas, según lo requiere el guion. Su esposa Lori Grimes (Sarah Wayne Callies) no le llega a la altura, pero también es porque probablemente no se haya ganado tantas simpatías como su esposo, igual que le pasa a Shane Walsh (Jon Bernthal). Y estoy segura de que, teniendo en cuenta que van a tener que ir muriendo a lo largo de las temporadas (menuda mierda de supervivencia y apocalipsis si no fuera así) yo me quedo con Daryl Dixon (Norman Reedus) quién me parece que es uno de los papeles más complejos y ricos de la serie, junto con Carl Grimes (Chandler Riggs) que, pese a que su papel de hijo calladete no le permite lucirse mucho, llena los silencios de una manera apabullante. Aparte, obviamente, de que el hecho de que vaya creciendo a lo largo de la serie le obliga a ir forjando su personalidad. Nada hay más realista en una serie para mostrar el paso del tiempo que ir viendo evolucionar a los personajes más allá de ir cortándoles el pelo. A ese respecto sigo sin entender las melenazas que lucen todos durante la serie ¿es que Carol Peletier (Melissa McBride) es la única sensata? No hay nada para comer pero ¡que me ahorquen si no me lavo bien el pelo!
Pero son exigencias del guion, igual que lo de la sangre salpicando, lo de sujetar el cuchillo con el que acabas de matar a un zombie con la boca, o esa chorrada de que nos camuflamos con los no-muertos oliendo como ellos. (¿Veis? funciona en unos momentos sí, y en otros no). Me parece que algún que otro guionista debería volver a ver la escena de 28 días después de la gotita de sangre en el ojo y entender cómo sería realmente una infección.
Evidentemente en una serie que se centra (o lo intenta) en las relaciones entre los personajes tienen que surgir conversaciones trascendentales sobre lo que está pasando. A ver, probablemente habría dos tipos de conversaciones: las nostálgicas (¿te acuerdas cuando nos sentábamos alrededor del fuego en nuestra cabaña de Kentucky a tocar la mandolina?), las irónicas (¿recuerdas cómo nos preocupaba no pagar la hipoteca de nuestro apartamento en Manhattan?) y todo lo demás tendría que ver con zombies y supervivencia. Pero eso no llena las audiencias. Así que hay fugaces flashes sobre el sentido de la vida, la posibilidad del suicidio, la decencia (o falta de ella) del humano en pleno apocalipsis, los roles de la mujer y del hombre, la civilización perdida (podían aprender de Lo que el viento se llevó, ojo) y el cambio de prioridades. Todo hablado muy por encima. Suficiente para una película, pero no para una serie.
Pero, ¿y la forma de pensar? porque aparte de repetirse constantemente “aquí, si bajas la guardia, muere gente”, tiene que haber algo que nos haga reflexionar. The walking dead tiene que hacernos reflexionar. Es una serie mundialmente famosa, tiene una responsabilidad. Tiene que hacernos recapacitar sobre nuestra humanidad, sobre lo verdaderamente importante, sobre el mundo y nuestra civilización. Y mientras no consiga eso, será una serie más, sin duda entretenida, con algunos buenos momentos dramáticos y otros de lágrima fácil, con demasiado gore, escatologismo, buena fotografía, algo de efectos especiales y mucho, mucho presupuesto en maquillaje para zombies.
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