Fueron unos años llenos de gloria, en los que Sega y Sonic, por un momento, tocaron el cielo. Las peleas de patio de colegio sobre quién era más fuerte, si Superman o Spiderman, cambiaron a Mario y Sonic, si a tu vecino le regalaban una Súper Nintendo por su primera comunión y tú tenias una Megadrive, automáticamente quedaba expulsado de tu círculo de amistades, por hereje y por fan de Mario. Por supuesto, él pensaba lo mismo de ti, como no podía ser de otra forma.