El modelo de negocio por suscripción ha venido para quedarse. No solo Netflix, HBO, o Amazon son casos de éxito irrefutable en todo el planeta, sino que cada vez se suben al carro más y más compañías que tratan de ofrecer la mayor cantidad de productos posibles al alcance de una suscripción mensual. El florecimiento de este tipo de negocios, sumado a la cada vez más madura tecnología de streaming, crean por primera vez la posibilidad de poder acceder a un servicio de suscripción de videojuegos sin necesidad de poseer un hardware específico.
Cuando el negocio ya no es el hardware, sino la plataforma.
Es cierto que tanto actualmente como en el pasado ya ha habido algunos intentos de generar negocio en torno a una plataforma de juego en streaming por suscripción, Gaikai u On Live sin ir más lejos lo intentaron hace algunos años dejando patente entonces que la tecnología aún no estaba del todo lista para dar el salto.
Sin embargo, en los meses venideros, y con la nueva generación de consolas empezando a asomar la patita por debajo de la puerta, parece que cada vez suena más fuerte el sistema de suscripción y streaming, quizá no como sustituto total, al menos por el momento, pero sí como una alternativa al sistema tradicional.
Si atendemos a los rumores, la misma Microsoft estaría preparando dos versiones de su próxima máquina: una con todo el hardware integrado y un elevado precio de lanzamiento en la que podríamos usar tanto discos físicos como descargas, y otra mucho más modesta, quizá solo una caja con conectividad para mandos y dispositivos y, claro está, la capacidad para reproducir fielmente juegos a través de streaming.
¿En qué lugar deja todo esto al hardware?
Aquí llegamos al quid de la cuestión, y es que tradicionalmente una marca distribuía su propio hardware para asegurarse la exclusividad con el software, los royalties y de paso sacar un margen con las ventas de la máquina en sí. Sin embargo, con la llegada de los sistemas de suscripción + streaming el hardware específico resulta completamente innecesario y, aunque a priori pueda sonar descabellado, no sería tan raro poder jugar a juegos de la marca Playstation desde un PC, una Tablet o cualquier otro dispositivo capaz de ejecutar el software, al igual que hacemos ahora con Netflix. Y es que, ¿para qué limitar tus ventas y suscripciones a un hardware específico si tu marca se ha vuelto exclusivamente software?, ¿en qué lugar deja esto al concepto de consola?
El fin de una era.
La siguiente generación va a ser una de transición, una en la que algunas personas, ancladas en las viejas costumbres, sigamos yendo a la tienda a comprar el disco y jugándolo de la manera más tradicional, en su máquina Sony, o Microsoft (o la marca que sea). Y sin embargo, otras disfruten con una suscripción al streaming de la marca de turno de todo su catálogo en un PC, en una tablet, consola, o incluso en una buena Smart TV.
La desaparición de las consolas como barrera física traerá consecuencias inesperadas, pero otras sin embargo son previsibles. Por ejemplo, las desarrolladoras, al no tener que trabajar bajo las constreñidas especificaciones técnicas de una consola podrán no solo reducir costes de desarrollo, ya que en realidad hablaríamos del mismo código para todas las plataformas (básicamente todo sería “PC”), sino también de la posibilidad de ir añadiendo mejoras técnicas sin tener que verse sujetos a un cambio generacional como hasta ahora.
El juego por streaming es el futuro, nos guste o no. La manera que tenemos de consumir este tipo de ocio (y posiblemente de jugarlo también) va a cambiar radicalmente en los próximos 10 años, Y aunque más de uno piense en bajarse del tren con la llegada de estos cambios, estos son inevitables, como ya ha pasado con la música, o con el cine. Lo mejor que podemos hacer es ser responsables como consumidores y pagar sólo por aquello que realmente valga la pena, así, con nuestro gasto estaremos enviando un mensaje a la industria sobre lo que queremos y lo que no y aportando nuestro granito de arena al rumbo futuro que tome la industria del videojuego, sea el que sea.